sábado, 14 de junio de 2014

DE LO DIVINO Y DE LO HUMANO

Hace pocos días saltó la noticia que nos contaba la "pillada" de un Magistrado del Ilustre Tribunal Constitucional detenido en pleno Paseo de la Castellana de Madrid, rebasando en su moto un semáforo en rojo, sin casco, a las 7 de la mañana y superando con creces la tasa de alcohol permitida. Disculpen si hay alguna imprecisión en el resumen, pero no tiro de hemeroteca.

El tipo tuvo la suerte informativa de que la "escandalosa" noticia resultase efímera, pues a pocas horas se anunciaba la abdicación del Rey, lo que eclipsó el mundo informativo. 

Si piensan que este artículo ( que llaman post ), va a tornar en una suerte de crítica desolladora del ya ex magistrado, se equivocan. No. Yo veo a una persona. Sí, dirán, pero con una cargo ilustre en el que debe presidir la virtud. Y qué es la virtud?. Pues miren, su dimisión. 

Este Señor, que no conozco ni tengo referencia, simplemente no midió las consecuencias, porque no pudo. Supongo, pues solo especulo. Quizá tuviera una fiesta, pensaba volver pronto, pero se sintió a gusto. Todo el día de corbata, con su pensamiento en cosas tan serias ..... Pero caramba¡ un poquito más ¡. Y el poquito más se convirtió en un camino sin retorno. El resto ya lo conocen. 

La virtud, decía, de la compostura, de ser magistrado 24 horas, con todos sus minutos, sus segundos, con la corbata cristalizada al cuello. Sí, debemos mantener la mesura. Más los juristas, que se presumen serios. Vale, pero no aburridos hasta el hastío. 

El Sr. magistrado quizá tuvo una noche de fiesta antológica. Qué? Envidia? Confiesen. Sí, se le fue de las manos y le pillaron. La consecuencia es conocida. Lo que quiero decir es que nadie está exento de errar en su vida y si no, tiren la primera piedra. Y si en este caso fue un magistrado del Olimpo constitucional, no debe olvidarse que la orla de lo divino solo adorna la naturaleza de lo humano, quizá la mayor virtud que poseemos y que muchas veces dejamos aparcada en el armario tras un juego de autómatas corbatas.

José Méndez 
ABOGADO

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