Uno no suele
entrar en debates o disquisiciones políticas, bien porque no se inclina por
ninguna tendencia, bien porque suelo confluir en los rasgos básicos de alguien
de mediana edad que opina más o menos lo que todo el mundo al respecto.
Pero como español
que soy, nacido en Castilla la Vieja, y residente en Madrid con familia en
Cataluña, no puedo obviar sentirme en la obligación de escribir un post como éste,
me siento moralmente obligado.
Siempre me ha
sorprendido la aparente “sinrazón” de la independencia Catalana. Si escuchamos
a empresarios, economistas, Unión Europea, y un largo etcétera de estamentos,
debería asustar el solo hecho de plantearla, además del duro y espinoso camino
que se ha trazado, y que no debería concluir a su favor. Pero uno se pregunta el
porqué. ¿Por qué están tan empecinados, cual ciervo en berrea?, ¿cuál es el motivo
que les empuja a seguir insistiendo contra el mundo?...Y creo, sinceramente, que
es el mismo motivo que llevó a pactar en tantas ocasiones “la pela” es simple y
puramente económico. El motivo es monetario, de “pasta”, de líquido. Me
explico.
Si suponemos
que en un extraño e hipotético caso, llegaran a independizarse como país, habría
que establecer qué pasaría con la deuda del Reino de España, es decir, ese
billón largo de euros que debemos todos los españoles, catalanes incluidos. De
esa porción, y como sería de lógica (y uso el condicional como el informe del
Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación en su informe “Consecuencias Económicas
de una Hipotética Independencia de Cataluña”), a Cataluña habría que imputarle
la parte que le corresponde de esa Deuda Pública generada por todos los españoles,
catalanes incluidos.
Dependiendo del
criterio que usemos para el reparto: por PIB, por población, etc..., cosa que no
viene al caso de este post, la parte catalana rondaría los 200.000 millones de
euros. Ahora bien, no existe regulación alguna que diga que en caso de
independencia haya que repartir la deuda con este u otro criterio (Serbia siguió
haciéndose cargo de la parte de la deuda de Kosovo muchos años después). Luego
no es muy descabellado pensar, y me atrevo a asegurar que así sería en su caso,
que Cataluña no acepte en un primer momento ninguna parte de esa deuda,
entrando en debates sobre la deuda histórica con Cataluña, con el criterio de
reparto y con la procedencia o no de la misma o una parte alícuota.
Es decir, y
para ser prácticos: nos encontraríamos en el momento 0, y al día siguiente de
la hipotética “independencia”, tendríamos 1.050.000 millones de euros emitidos
por el Reino de España que, con Cataluña incluida, ascendería su PIB a unos
1.041.000 millones de euros, lo que implicaría una deuda pública sobre PIB del
99%. La posición al descontar el PIB de Cataluña del de España, generaría para
ésta última una deuda pública del 125%. Ni que decir tiene que el impacto
inicial en los mercados de deuda, el riesgo país y un sinfín de indicadores sería
brutal. A España le costaría mucho financiarse, y el coste de esa financiación
se dispararía, el riesgo país también, y un largo etcétera de efectos que son
difícilmente medibles.
Veamos ahora la
otra parte, Cataluña pasaría de repente a quedarse solo con la deuda emitida
por la actual CCAA, que asciende a unos 69.000 millones de euros, por lo que su
deuda pública como “hipotético nuevo país”, y teniendo en cuenta que su PIB es de
unos 199.000 millones de euros, tendría apenas un endeudamiento del 35%. Lo que
implicaría que si son capaces de sobrevivir a todos los problemas iniciales (estructuras
creíbles, UE, riesgo fiscal, nueva moneda, acuerdos con terceros países, fondos
europeos y PAC, fuga de empresas, etc…), les facilitaría financiarse en grandes
volúmenes y a costes mucho más bajos. Por lo que el efecto tan catastrófico que
se “dibuja”, sería inicial. Y por todo esto, puede empezar a cobrar sentido
este “empecinamiento” por independizarse.
Así pues, España
tendría una situación peor ante la negativa de Cataluña a absorber su parte de
deuda (o el simple hecho de retrasarla o mermarla, aquí el tiempo jugaría en
contra de España). La deuda esta emitida por el Reino de España en su
totalidad, por lo que España no puede dejar de pagar “la parte de Cataluña”,
porque sólo existe una deuda, viéndose obligada a seguir atendiendo los costes
de la deuda y el principal de la misma. Cualquier movimiento para impagar o
congelar una parte, corrompería toda la deuda y España dejaría inmediatamente de
poder financiarse en los mercados, provocando una situación de imposibilidad de
financiación, por lo que no sería una opción válida. Sólo quedaría pagar y
absorber la deuda Catalana.
En cuanto al
lado Catalán, las repercusiones iniciales serían tan devastadoras que ni si
quiera el no absorber la parte de deuda española les resultaría rentable a
largo plazo.
En conclusión,
son tiempos convulsos y sinceramente espero que la maquinaria del estado, y la
cordura de ambos lados impere, pase lo que pase y en cualquiera de las
situaciones, lo que sería mejor para todos.
Roberto
Andrés Herrero.
Socio director en M+A 4.
Área fiscal y financiera.
Madrid. 13 de noviembre de 2015.